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mismos políticos que se mostraron reacios durante demasiado tiempo y permitieron que
Acapulco fuera destruida. - El capitán Tormey parecía avinagrado, y de pronto me di
cuenta de que era más viejo de lo que había supuesto al principio.
- Ian - dije -, ¿no es la ANZAC una subsidiaria de la Interworld?
- Quizá sea por eso que parezco tan cínico. - Se puso en pie -. Su lanzadera está en la
puerta. Déjeme llevarle su equipaje.
6
Christchurch es la ciudad más encantadora de este planeta.
Digamos «de todos lados», puesto que todavía no existe una ciudad realmente
encantadora fuera de la Tierra. Luna City es subterránea. Ele-Cinco parece desde fuera
un depósito de chatarra y posee tan sólo una sección que parece bonita desde dentro.
Las ciudades marcianas son meras colmenas, y la mayor parte de las del lado de la Tierra
sufren de un erróneo intento de parecerse a Los Angeles.
Christchurch no tiene la magnificencia de París o el ambiente de San Francisco o el
puerto de Río. En cambio, tiene cosas que hacen a una ciudad encantadora en vez de
sorprendente: el manso Avon serpenteando a través de nuestras empinadas calles. La
suave belleza de la Plaza de la Catedral. La fuente del Ferrier frente al ayuntamiento. La
lujuriante belleza de nuestros mundialmente famosos jardines botánicos plantada en
medio de la ciudad antigua.
«Los griegos loan Atenas». Pero yo no soy nativa de Christchurch (si «nativa» puede
significar algo para alguien como yo). Ni siquiera soy una neozelandesa. Encontré a
Douglas en Ecuador (eso fue antes de la catástrofe del Enganche Celeste de Quito), me
sentí encantada con una frenética aventura amorosa compuesta a partes iguales de
acideces de pisco y dulzura de sábanas, luego me asusté ante su proposición, me calmé
cuando me hizo comprender que no estaba proponiéndome un juramento ante ningún
oficial sino únicamente una visita a prueba a su grupo-S... saber si me gustaba, saber si
yo les gustaba a ellos.
Aquello era algo distinto. Zumbé de vuelta al Imperio e informé, y le dije al Jefe que iba
a tomarme algunas vacaciones acumuladas... ¿o prefería que le enviara mi renuncia?
Gruñó algo acerca de que siguiera adelante y dejara que mis gónadas se enfriaran, y que
volviera a ponerme en contacto con él cuando me sintiera de nuevo apta para el trabajo.
Así que regresé a toda prisa a Quito, y Douglas estaba aún en la cama.
Por aquel entonces no había realmente ninguna forma de ir de Ecuador a Nueva
Zelanda... así que tomamos el tubo hasta Lima y allí un SB directamente por encima del
Polo Sur hasta el Puerto de Perth en Australia Occidental (con la sorprendente desviación
en forma de S debida a Coriolis), luego el tubo hasta Sydney, un salto a Auckland, y luego
flotando hasta Christchurch, tomándonos cerca de veinticuatro horas y el más extraño de
los trayectos el cruzar simplemente el Pacífico. Winnipeg y Quito se hallan
aproximadamente a la misma distancia de Auckland - no se dejen engañar por un mapa
plano; consulten a su computadora -, de hecho Winnipeg está tan sólo una octava parte
más alejada.
Cuarenta minutos contra veinticuatro horas. Pero no me había importado lo prolongado
del viaje; estaba con Douglas y tontamente enamorada.
Al cabo de otras veinticuatro horas estaba tontamente enamorada de aquella familia.
No lo había esperado. Había previsto unas encantadoras vacaciones con Douglas, y él
me había prometido algo de esquí además de un montón de sexo... y yo no había
insistido en el esquí. Sabía que tenía una obligación implícita de irme a la cama con sus
hermanos de grupo si ellos me lo pedían. Pero eso no me preocupaba porque una
persona artificial simplemente no puede tomarse la copulación tan en serio como parecen
tomársela la mayor parte de los humanos. La mayoría de las hembras de mi clase en la
inclusa habían sido entrenadas como prostitutas desde la menarquía y luego habían sido
adjudicadas como mujeres de compañía a una u otra de las multinacionales de la
construcción. Yo misma había recibido entrenamiento básico para la prostitución antes de
que apareciera el Jefe, comprara mi contrato, y cambiara el rumbo de mi vida. (Y yo me
salté el contrato y desaparecí durante varios meses... pero eso es otra historia).
Pero yo nunca me sentiría aprensiva acerca del sexo en amistad ni siquiera aunque no
hubiera recibido ningún entrenamiento como prostituta; tales tonterías no son toleradas en
las APs; nunca aprendemos eso.
Pero nunca aprendemos tampoco nada acerca de formar una familia. El primer día que
estuve allí les hice tomar tarde el té rodando por el suelo con siete chiquillos que iban
desde los once años para abajo hasta los puros pañales... más dos o tres perros y un
joven gato que se había ganado el nombre de Mister Tropezones debido a su inhabitual
talento para hallarse siempre entre los pies de todo el mundo.
Nunca había experimentado nada como aquello en toda mi vida. No deseaba que
terminara.
Brian, no Douglas, me enseñó a esquiar. Los refugios de la estación de esquí en Monte
Hutt son encantadores, pero se corta la calefacción en las habitaciones después de las
diez de la noche y una tiene que arrimarse para conservarse caliente. Luego Vickie me
llevó consigo a ver las ovejas de la familia y conocí formalmente a un perro perfeccionado
que podía hablar, un gran collie llamado Lord Nelson. Lord tenía una muy baja opinión del
buen sentido de las ovejas, cosa en la que, creo, estaba completamente justificado.
Bertie me llevó a Milton Sound vía lanzadera a Dunedin («el Edimburgo del Sur»), y
pasamos la noche allí... Dunedin tiene fama pero no es Christchurch. Tomamos un
desvencijado vaporcito para dar una vuelta allí por el país de los fiordos, uno con
pequeñísimas cabinas apenas lo bastante grandes para dos sólo porque hace frío allí en
el extremo sur de la isla, y de nuevo me arrimé para mantenerme caliente.
No hay ningún otro fiordo en ningún otro lugar que pueda compararse con Milford
Sound. Sí, he hecho el viaje a las Islas Lofoten. Muy hermosas. Pero esto es otra cosa.
Si piensan ustedes que estoy ciegamente obcecada con la Isla del Sur como una
madre lo está con su hijo primogénito, les diré simplemente que es verdad; lo estoy. La
Isla del Norte es un lugar estupendo, con sus paisajes termales y la maravilla mundial de
las Cuevas Glowworm. Y la Bahía de las Islas parece como un país de Hadas. Pero la Isla
del Norte no tiene los Alpes del Sur, y no tiene Christchurch
Douglas me llevó a ver su mantequería, y vi enormes barriles de hermosa mantequilla
siendo preparados para enviar. Anita me presentó a la Hermandad del Altar. Empecé a
darme cuenta de que quizá, sólo posiblemente, pudiera ser invitada a hacer aquello
permanente. Y me descubrí derivando del Oh-Dios-qué-voy-a-hacer-si-me-lo-piden al Oh-
Dios-qué-voy-a-hacer-si-no-me-lo-piden y luego simplemente al Oh-Dios-qué-voy-a-hacer.
Entiendan, nunca le dije a Douglas que no soy humana.
He oído a humanos vanagloriarse de que pueden descubrir a una persona artificial en
cualquier momento. Tonterías. Por supuesto, cualquiera puede identificar a un artefacto
viviente que no se conforme a la apariencia humana... digamos una criatura masculina
con cuatro brazos o a un enano kobold. Pero si los diseñadores genéticos se han
restringido intencionalmente a la apariencia humana (esta es la definición técnica de
«persona artificial» más que de «artefacto viviente»), ningún humano puede decir la
diferencia... no, ni siquiera otro ingeniero genético.
Soy inmune al cáncer y a la mayoría de las infecciones. Pero no llevo ninguna señal
que lo diga. Tengo reflejos poco comunes. Pero no los muestro, más allá de atrapar una
mosca en pleno vuelo con el índice y el pulgar. Nunca compito con otra gente en juegos
de habilidad.
Tengo una memoria poco común, una poco común retentiva para los números y
espacios y relaciones, una poco común habilidad con los idiomas. Pero, si ustedes
piensan que lo que define al genio es el CI, entonces déjenme añadir que, en la escuela [ Pobierz caÅ‚ość w formacie PDF ]

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