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su tiempo había cometido. La reina Fedima, la hija del noble Otanes,
cumplió exactamente con la palabra dada a su padre: cuando le llegó su
vez de dormir con el mago, según la costumbre de las mujeres en Per-
sia, que van por turno a estar con sus maridos, fue al tálamo real y se
acostó con aquél. Coge al mago un profundo sueño; Fedima a su salvo
le va tentando las orejas, y ve desde luego, sin caberle duda, que carece
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Herodoto de Halicarnaso donde los libros son gratis
de ellas el impostor. Apenas, pues, amanece el día, cuando envía un
mensaje a su padre dándole cuenta de lo averiguado.
LXX. Hecha ya la prueba, llamó Otanes a dos grandes de Persia, el
uno Aspatines y Gobrias el otro, que le parecieron los más a propósito
para guardar el secreto; y no bien acabó de contarles la impostura del
mago, de que no dejaban de tener por sí mismos algunos barruntos,
cuando dieron entero crédito a la narración. Acordaron allí mismo que
cada uno de ellos se asociara para la empresa contra al mago otro Per-
sa, aquel sin duda de quien más confianza tuvieran. En consecuencia
de esta determinación, Otanes escogió por compañero a Intafernes,
Gobrias a Megabizo, Aspatines a Hidarnes. Siendo ya seis los Persas
conjurados contra el mago, quiso la suerte que llegase entretanto a
Susa Darío, hijo de Histaspes, venido de Persia, de la cual era su padre
gobernador. Apenas supieron los seis la venida de Darío, les pareció
conveniente unirle a su partido.
LXXI. Júntanse, pues, los siete a deliberar seria y eficazmente so-
bre el punto, unidos entre sí con los más sagrados y solemnes jura-
mentos. Al llegar el turno a Darío, dijo su parecer en esta forma:
-«Estaba persuadido, señores, de que yo era el único en saber que no
vivía Esmerdis, hijo de Cyro, y que un mago nos representaba el papel
de soberano: diré más aun, que no fue otra mi venida sino ver cómo
podría oponerme al mago y procurar la muerte a ese tirano. Ahora, ya
que la suerte ha querido que yo no sea el único dueño del misterio,
sabiendo vosotros también el secreto, mi parecer es que pongamos
ahora mismo manos a la obra sin esperar a mañana, que es lo que más
nos importa. -Oh buen hijo de Histaspes, le replica Otanes, hablas
como quien eres, pues hijo de un gran padre, no te muestras menos
grande que el que te engendró. Pero atiende, Darío, a que lo que pro-
pones no sea antes precipitar la empresa que manejarla con arte y pru-
dencia. La gravedad del negocio, si queremos llevarlo a cabo, requiere
que seamos más en número los agresores del tirano. -Pues en verdad os
aseguro, replica luego Darío, que si adoptáis el parecer de Otanes, vais
desde este punto, amigos míos, a ser otras tantas funestas víctimas
consagradas a la venganza del mago. ¿No veis que no ha de faltar al-
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Los nueve libros de la historia donde los libros son gratis
guno, entre muchos, que para hacer fortuna venda con la denuncia
vuestras vidas al furor del intruso? Lo mejor hubiera sido que vosotros
por vuestra propia mano hubierais antes dado el golpe sin llamar a
nadie en vuestro socorro. Pero ya que no lo hicisteis teniendo por me-
jor comunicar la empresa con muchos y hacerme entrar en la liga, os
repito que estamos ya al extremo; o llevamos hoy mismo por cabo la
empresa, o si se nos pasa el día de hoy, juro aquí mismo por los dioses
que nadie ha de anticiparse en la delación, pues desde aquí voy en
derechura a delataros al mago.»
LXXII. Cuando Otanes vio a Darío tan resuelto y pronto a la eje-
cución, hablóle otra vez así: -«Ahora bien, Darío, ya que nos obligas, y
aun fuerzas, aquí de improviso sin dejarnos respirar un punto a que
emprendamos esta hazaña, dinos asimismo por vida de los dioses:
¿cómo hemos de penetrar en palacio para dejarnos caer de golpe sobre
ellos? Bien sabes tú o por haberlos visto con tus ojos, o haberlo mil
veces oído, cómo están allí apostados por orden los centinelas. Dinos,
pues: ¿cómo podremos pasar por medio de ellos? -¿Cómo? responde
Darío, ¿no sabes, Otanes, que la intrepidez hace ver ejecutadas muchas
cosas antes que la razón las mire como posibles? ¿Que otras al contra-
rio da por hechas la razón que no puede cumplir el brazo más robusto?
Creedme, fuera reparos y temores; nada más fácil para nosotros que
penetrar por medio de esos centinelas apostados, parte porque ni uno
de ellos habrá que no nos ceda el paso, siendo los personajes que so-
mos en la Persia, pues los unos lo harán por respeto, y otros quizá por
miedo; parte por no faltarme un especioso pretexto con que logremos
el paso libre con decir que recién llegado de Persia traigo de parte de
mi padre un importante negocio que tratar de palabra con el soberano.
Mentiré sin duda diciéndolo; pero bueno es mentir si lo pide el asunto,
pues a mi ver el que miente y el que dice verdad van entrambos al mis-
mo fin de atender a su provecho. Miente el uno porque con el engaño
espera adelantar sus negocios: dice verdad el otro para conseguir algo,
cebando con ella a los demás para que le fíen mejor sus intereses. En
suma, con la verdad y la mentira procuran todos su utilidad; de suerte
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